Una mujer “rara”. Así es como la sexóloga Magdalena Rivera asegura que se sentía cuando era tan solo una niña. “A nivel de identidad de género siempre me sentí mujer, pero con algo que no cuadraba”, expresa.
Dentro del mundo del autismo, cuestionar aquello que se nos impone desde la infancia no es algo inusual. De hecho, quienes se encuentran dentro del espectro tienden a procesar el entorno de una manera diferente. Tienen una alta capacidad para percibir detalles, pero también enfrentan mayores dificultades para comprender y adaptarse a su entorno social.
Según la OMS, el autismo –denominado también Trastorno del Espectro Autista– constituye un grupo de afecciones diversas relacionadas a la condición neurológica que se caracterizan por algún grado de dificultad en la interacción social y la comunicación, así como una tendencia a generar patrones de comportamientos repetitivos. En general, las personas que viven dentro del espectro experimentan el mundo y sus normas de manera distinta a aquellos que no. Por lo mismo, se habla de personas “neurodivergentes”.
Para Catalina Acuña, psicóloga experta en autismo, estas personas llegan al mundo “reseteadas” y por ende no se conforman con lo ya preestablecido. “Son personas muy cuestionadoras, muy existencialistas, por lo mismo sufren, porque no comprenden que haya que hacer o decidir cosas solo por que es lo que se debe hacer y no porque ‘yo lo deseo así’. Muchas veces se presionan a encajar, a ser complacientes con las expectativas del resto, pero a costa de su felicidad y salud mental”.
Identidad y autismo
Un reciente estudio dirigido por el profesor de la Universidad de Cambridge Varun Warrier, encontró que las personas transgénero o de género diverso tenían de tres a seis veces más probabilidades de informar que eran autistas. Por otro lado, según un estudio de la Revista Autismo y Trastornos del Desarrollo titulado “Identidad de género en el autismo: diferencias sexuales en la afiliación social con grupos de género”, existe una importante variabilidad en la identidad de género en personas con TEA, siendo esta más alta en mujeres que en hombres, ya que, según se observa, las mujeres experimentan una identificación más baja con su grupo de referencia de género.
Catalina Acuña lo confirma: “Los estudios al respecto plantean que aproximadamente el 70% de la población autista está dentro de la comunidad LGBTIQ+, por lo que no solo hay más población autista con género diverso o transgénero, sino que también hay mayor tendencia hacia orientaciones sexuales diversas”.
Aparte de su naturaleza cuestionadora, Acuña cree que aspectos inherentes del perfil cognitivo de las personas autistas como ser más concretos o el apego por la invarianza también pueden influir en esta tendencia. “Lo concreto se puede observar en pacientes de sexo femenino, en manifestaciones como: “no me siento identificada con el rol de género femenino, me entretenían más los videojuegos y autitos que las barbies.”
Por otro lado, el apego por la invarianza se puede observar en la disconformidad con los cambios corporales en las mujeres, tanto por el cambio en sí mismo como también por la incomodidad que genera (desarrollo de los pechos, ocupar sostén, la menstruación), generando mayor desapego con el género femenino.
“Según mi experiencia, la característica de cuestionar lo establecido se puede evidenciar también en la identificación con el no binarismo o género fluido, identidades que son comunes dentro de los jóvenes autistas y que personalmente creo que llegan a hacernos cuestionar lo incuestionable y que hoy está siendo más validado por los jóvenes y sobre todo por la población neurodivergente”.
Vivir la expresión de género con libertad
A diferencia de las características sexuales que se encuentran marcadas por el sexo biológico, la expresión de género se refiere a la manera en la que una persona se presenta frente al mundo. Desde la ropa que utiliza hasta otros aspectos como su corte de pelo. Sin embargo, los roles de género muchas veces limitan desde la infancia a niños y niñas para que sean de una manera tradicionalmente “femenina” o “masculina” según su sexo.
Para Magdalena, siempre fue normal cuestionarse las diferencias que se hacían entre hombres y mujeres sin base lógica. “Cuando preguntaba no obtenía respuestas coherentes, sino que más del tipo “porque así es” o “siempre ha sido así”.
“Por suerte me crie en un ambiente en el que tuve bastante flexibilidad en relación a como poder vestirme y con qué jugar independiente del género. Me gustaba el rosado y los vestidos, pero también jugar con legos, bloques de construcción y subirme a los árboles. Es decir, me salía de algunos de los roles esperados de lo que tenía que hacer una niña”.
En ese sentido, otorgarle libertad a los más pequeños para explorar su identidad de género libremente es esencial, especialmente si se trata de personas en el espectro. Magdalena reflexiona: “cuestionar los roles de género y lo que se espera de la expresión de género me parece algo relevante a hacer socialmente, dando más libertad a las personas para ser quienes son”.
Hoy la sexóloga asegura que el concepto de “mujer” o sentirse mujer no es lo que más la identifica. Sin embargo, tampoco ha encontrado algo que le haga más sentido. “Me visto como me parece cómodo y adecuado a la actividad que voy a realizar, lo que hace que pueda ser algo leído como más femenino o masculino, pero mi búsqueda no va por expresar un género”.
Magdalena expresa que es importante tener en cuenta que la identidad de género, en todas las personas –tanto autistas como no autistas– no es algo que se elija ni que se pueda “cambiar” con terapia o voluntad.
“Llegar a trabajar en sexualidad para mí ha tenido relación con ser autista. Por un lado, debido a los cuestionamientos a muchas de las normas dadas en el tema que no tenían lógica y por otro en la pasión de un interés profundo en el tema”, expresa la profesional. “Respetar la identidad de género de una persona es algo que me parece fundamental, aunque no entendamos bien que hace que sea así”.
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