Para entender cómo las mujeres han logrado empoderarse en el mundo del vino, fuimos tras cuatro enólogas que están haciendo historia.
ADRIANA CERON
Trabajando con lo vivo
Para Adriana Cerón, Enóloga de la Universidad Católica, hacer un vino es como un pintor que se enfrenta a un papel en blanco. “Hay una parte artística que tiene que ver con enfrentarse a diseñar el vino, las mezclas, es como el pintor que mezcla los colores, hay mucho de uno en el proceso del vino. Yo al principio me iba a dedicar a los frutales, pero lo encontré monótono. Con el vino se puede explorar y cuando lo descubrí supe que era lo mío”, dice.
Terminando su carrera aprendió francés para estar al día con la inmensa cantidad de literatura en francés y viajó por la nación gala recorriendo todas las regiones vitivinícolas del país. “Cuando volví estaba lista para buscar un trabajo definitivo”, dice. Trabajó en varias viñas, produjo vinos para Argentina y también fue jurado en premios en Argentina, Francia, Brasil y Chile. Hoy tiene una plataforma online de comercialización de vinos (Eudoravinos) y es también la presidenta de la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos Enólogos de Chile, la segunda mujer en presidirlo luego de Carolina Arnello.
–¿Cuál es el denominador común de las nuevas generaciones de enólogas?
–Hay bastante más libertad de moverse, antes había personas que estaban 20 años en su lugar de trabajo, ahora hay mucha más alternancia. Miras los CVs y ves vendimias en todas partes y trabajos cortos, pero eso también pasa con los otros rubros. Hay mayor libertad para emprender con proyectos personales. También veo mucha pasión en todas, esa pasión común también las mueve.
–¿Sentiste alguna diferencia por ser mujer en tu carrera?
–Es un mundo en que la participación de la mujer ha ido en aumento. Antes era un 20% y hoy ya llega casi al 35% de participación. Yo no he tenido malas experiencias por ser mujer, pero existen cosas que ya no se dejan pasar, como que te digan `mijita ́, porque cuando uno es profesional eso no corresponde. Igual pienso que es un tema generacional.
–¿De todo el proceso, cuál es la etapa que más disfrutas?
–La vendimia, pienso en ese aroma a fermentación y es lo que más me gusta, se definen muchas cosas del producto. Es una parte muy estresante también porque se está trabajando con algo vivo, lo tienes que cuidar, estar atento, está todo vivo entonces es la parte más emocionante de todas.
CAROLINA ARNELLO
La primera presidenta mujer
Carolina Arnello hizo historia en el año 2000, cuando se convirtió en la primera mujer en ser presidenta de la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos Enólogos de Chile (ANIAE), tras casi 50 años de existencia. “La agronomía era en general un mundo de hombres, hubo que aprender a ganarse el respeto. Por suerte, me crié en una familia de seis mujeres y dos hombres. Tuve una mamá profesional de toda la vida, que siempre nos fomentó que cada uno tenía que trabajar y eso estuvo siempre en mi vida. Pero, fue muy bonito que me nombraran como presidenta de la asociación, era harta responsabilidad porque tiene una carga ser la primera, pero tuve mucho apoyo de mi equipo”, dice.
Carolina fue la primera persona de su familia ligada al vino, aunque de ellos aprendió a disfrutar y vivir de la naturaleza. “De la agronomía me gustó el vino porque era una rama donde uno podía poner su sello, hacer una diferencia. Hay una parte de uno, de la experiencia que uno traspasa y eso me encantó”, dice. Trabajó en sus primeros años en el laboratorio de enología de la Universidad Católica, certificando vinos y bodegas, por lo que conoció de primera mano prácticamente todas las viñas y productores del país. Luego tuvo un periodo de estudio en la cuna mundial del vino, en Bordeaux, además de vendimias en España, Francia, Brasil y Estados Unidos. Trabajó con viña Portal del Alto por 29 años y hoy se desempeña como part time para viña Altacima, además de otros proyectos independientes.
–¿Cómo ves la participación de las mujeres en la enología?
–Hay una nueva parada frente al mundo en general. Ahora nos damos cuenta que el mundo es de hombres y mujeres, participando y complementando. Era un gremio más cerrado también porque había pocas bodegas, pero aumentó con el boom vitivinícola, se dieron cuenta de una capacidad innata de las mujeres en el tema de la degustación o reconocimiento de aromas. Ahora hay mucho más espacio para las mujeres más firmes y convencidas.
–¿Qué es lo que más te apasiona de tu trabajo?
–Hay dos. Cuando uno está cosechando la uva y tiene que empezar a decidir cómo se está haciendo el vino, eso me encanta. Luego, está el momento de hacer las mezclas finales, probar los vinos de las barricas y tomar decisiones. Son los dos momentos clave más gratificantes.
MARÍA JOSÉ ORTÚZAR
Las nuevas generaciones
María José Ortúzar dice que fue el destino el que la llevó a conocer el mundo del vino. Aunque en un principio no sabía qué estudiar, sí tenía claro que no quería pasar el resto de su vida dentro de una oficina. “En mi casa no había mucha cultura de vino, mis papás eran de tomar Gato en la mesa, pero la especialidad me llamó mucho la atención y afortunadamente puedo decir que le achunté medio a medio, me encanta”, dice.
Luego de egresar de la Universidad Católica, hizo su práctica en Don Melchor de Concha y Toro y luego vendría el comienzo de un viaje de casi tres años, que la llevó por países como Nueva Zelandia, Australia, Francia o Italia, haciendo vendimias, perfeccionando su técnica y también su paladar, todo con el fin de cumplir su sueño y crear algún día su vino propio.
Volvió a Chile y trabajó en marketing y también en el ecommerce de algunas viñas. “No me gustaba mucho, pero es el 360 del vino, además de hacerlo hay que venderlo”. Luego, en su periodo de pre y post natal, pudo comenzar a dar forma a su proyecto personal, junto a su mejor amiga y también enóloga Natalia Poblete. Así, mientras ambas estaban en su periodo de embarazo, dieron forma a Moretta Wines, una plataforma que vende vinos de autor, con una mirada e identidad de la mujer moderna. “La Moretta es una máscara completamente negra de Venecia, asimilamos que nosotras hacemos vinos sin maquillaje, mostramos la autenticidad del viñedo, usando barricas de cinco o seis usos y con una esencia de la mujer de hoy”, dice. Actualmente están en proceso de certificarse como productoras de vinos veganos.
–¿Has sentido alguna resistencia por ser mujer?
–Siempre hay algo de resistencia, nos pasa sobre todo con la gente del campo. Ven unas niñitas que vienen a decir cómo hay que hacer las cosas, no siempre les cae bien. Quizás también en reuniones, donde tratamos de vender el vino, te miran como sin mucho peso, pero uno aprende a sortear eso. Ser mujer nunca ha sido un impedimento para hacer lo que hacemos. Quizás el machismo que se podía encontrar 10 años atrás ya no es tanto, ha cambiado mucho.
MARILUZ MARÍN
Historia y herencia familiar
Mariluz Marín dice que su papá y sus abuelos fueron una razón importante para elegir el vino como forma de vida. “A mi papá le gustaba mucho, a mis abuelos también, siempre tuvimos cultura de vino. Nos decían que tomar una copa hacía bien para la salud, y es verdad, todo lo que se haga con moderación es bueno, por algo la cultura del vino viene desde miles de años antes de cristo”, dice.
Mariluz estudió en la Universidad de Chile, fue becada en Francia y en 2000 creó la viña Casa Marín, la primera viña formada por una mujer. “Hasta el día de hoy no ha habido otra mujer que forme una viña, que plante una viña y haga todo el desarrollo que se ha hecho”. La viña está en Lo Abarca, en la Región de Valparaíso y tiene su propia denominación de orígen, la única viña en Chile con su propia D.O. “Me siento orgullosa, para eso hay que tener una consistencia importante, no es cosa de una vendimia o una buena cosecha, estos son 20 años de experiencia y es algo muy bonito. Pusimos a Lo Abarca en el mapa mundial del vino”, dice.
Madre de dos hijos que también trabajan en la viña. “Ellos heredaron mi misma pasión. También trabajo con una de mis nueras. La gente me pregunta cómo es trabajar con la familia y es muy lindo porque me permite seguir soñando. Siempre lo vi como una forma de vida y afortunadamente mis hijos salieron igual de apasionados”.
–¿Cómo ve las nuevas generaciones de enólogas?
–Hay muchas mujeres, la semana pasada tuvimos un almuerzo de puras mujeres enólogas, nos juntamos tres generaciones, la mía, la media y las más nuevitas. Se nota la diferencia de las generaciones nuevas, están todas llenas de ganas de hacer cosas nuevas, de descubrir cosas nuevas. Me veo muy reflejada, y a pesar de que ahora el camino es más corto y es todo más rápido, veo mucha pasión”.
–¿Cuál es su sello como enóloga?
–La pasión, esa pasión que necesitas para ser valiente, osada. Tuve muchos problemas al principio, me cuestioné todo muchas veces, me decían que estaba loca, que iba a perder plata, etc. Para eso necesitas no solo conocer, sino tener esa cosa interna que como mujeres puede que la tengamos más desarrollada que los hombres, ese feeling para sentirte a ti misma, saber que estás en el camino correcto y seguir hacia adelante.
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