La vida de Mónica Paulus ha estado marcada por la defensa de las mujeres culpadas de brujería en Papúa Nueva Guinea, un destino al que llegó luego ser acusada de hacer maleficios para ocasionar la muerte de su padre.
La creencia en la brujería es algo común hasta estos días en Papúa Nueva Guinea, especialmente en las zonas rurales, que representan casi el 80% del país. De hecho, en la década de los 70’ se aprobó una ley que tipifica como delito la magia negra y desde ese momento los asesinatos y castigos a mujeres acusadas de brujería no han hecho más que aumentar: se cree que en los últimos 20 años se han perpetrado más de seis mil ataques relacionados a la magia negra.
Mónica Paulus lo sabe bien. Cuando su padre colapsó y falleció de un infarto al corazón, su hermano la acusó de asesinarlo usando brujería y la amenazaron con tortura y muerte. “Fue impactante para mí. Todos los amigos que tenía, toda la familia, todos se alejaron de mí y me hicieron sentir como una mala persona”, dijo a BBC. “Cuando me acusaron, pensé que no se podía sentir una vergüenza, un estigma tan fuerte”. Tras el episodio, fue obligada a abandonar su ciudad y vivir en el exilio en una provincia distinta de Papúa Nueva Guinea, una nación isleña en el suroeste del Pacífico.
En 2000, se unió a la organización Meri I Kirap Sapotim (Mujeres Levántense y Apoyen). La institución centraba sus trabajos en la buena gobernanza, la ciudadanía activa y los derechos de mujeres y niños. Mónica se convirtió en activista y comenzó a ayudar a las víctimas para que llevaran sus casos a la justicia y que los agresores fueran juzgados. Documentó casos de abusos y envió informes a la ONU y Amnistía Internacional. Además, viajó a visitar a personas que habían huido de sus hogares buscando salvar sus vidas.
“Hay dos factores que me han ayudado a llegar donde estoy hoy: una voluntad de hierro y también el haber sido víctima de violencia en mi propia piel. Yo tuve que afrontar esa situación sola, sin ayuda y por eso hoy quiero estar junto a las mujeres que sufren ese trance. Tenemos que apoyarnos unas a las otras y recordar que hay una necesidad real de ese apoyo. Las mujeres que sufren violencia agradecen profundamente ese apoyo. Y es esa necesidad real la que me da fuerza para hacer mi trabajo de defensora de derechos humanos”, dijo, en una conferencia, poco antes de que una comisión parlamentaria del país advirtiera que los crímenes por brujería estaban siendo utilizados como excusa para cometer asesinatos con total impunidad. Según el informe legislatvo, “se observaba que con frecuencia las enfermedades, accidentes o robos se atribuían a «la brujería» y casi en el cien por ciento de los casos se asocia a una mujer”.
Mónica Paulus cofundó la Red de Defensores de los Derechos Humanos de las Mujeres de las Highlands y Stop Sorcery Violence, la primera ONG que tiene como objetivo eliminar la violencia de género en las comunidades acusadas de brujería. En 2014 Amnistía Internacional Australia la describió como una de las mujeres más valientes del mundo en la celebración del Día Internacional de la Mujer. Un año más tarde, llegó a sus manos el galardón del Papua New Guinea Awards for Women, en el que se reconoció su valentía y coraje.
“Nunca debes dar un paso atrás por ser mujer”, afirma Mónica. “Si crees que puedes hacer algo, hazlo. Tenemos que apoyarnos en la defensa de nuestros derechos humanos. Si no hay respeto, no hay equilibrio en el mundo”, cerró.
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