Por primera vez en 500 años, la Iglesia de Inglaterra elige a una mujer como su máxima autoridad espiritual.
La historia de la Iglesia Anglicana acaba de dar un giro trascendental. Sarah Mullally, de 63 años, fue nombrada primera Arzobispa de Canterbury, convirtiéndose en la líder espiritual de la Iglesia de Inglaterra y de la Comunión Anglicana mundial. Su designación rompe con casi cinco siglos de tradición masculina en una institución que, desde su fundación por el rey Enrique VIII en el siglo XVI, había sido dirigida exclusivamente por hombres.
Mullally asumirá formalmente el cargo en una ceremonia prevista para enero, en la emblemática Catedral de Canterbury, convirtiéndose en la clériga número 106 en ocupar el puesto. Su elección se produce tras un periodo de casi un año en que la sede permaneció vacante, luego de la renuncia de Justin Welby, quien dimitió tras ser duramente criticado por su manejo de un escándalo de abusos sexuales que remeció a la Iglesia de Inglaterra y generó una profunda crisis institucional.
De enfermera a líder espiritual
Antes de su ordenación en 2002, Sarah Mullally fue una reconocida enfermera y se convirtió en 1999 en la jefa de enfermería más joven de Inglaterra. Se describe a sí misma como feminista y defensora del liderazgo femenino en la Iglesia. En 2018 hizo historia nuevamente al ser nombrada primera obispa de Londres, el tercer cargo más importante dentro del clero anglicano, que ocupó durante siete años.
Su trayectoria refleja una vida de servicio y empatía. En sus primeras declaraciones tras su nombramiento, reconoció que la responsabilidad que asume es “enorme”, pero afirmó sentir “una paz profunda y la confianza en que Dios la guiará”. En su discurso, también aludió a los desafíos morales y sociales que enfrenta el Reino Unido: “Nos encontramos ante complejas cuestiones morales y políticas: el derecho a morir dignamente, la acogida de quienes huyen de la guerra, y la necesidad de escuchar a las comunidades que han sido ignoradas. Todo esto nos interpela a preguntarnos quiénes somos como nación en un mundo al borde del abismo”.
Una iglesia en transformación
La Iglesia de Inglaterra cuenta con alrededor de 20 millones de miembros bautizados, aunque menos de un millón asiste regularmente a los servicios. En los últimos años, ha debido enfrentar una fuerte crisis de credibilidad y asistencia, marcada por tensiones internas entre sectores conservadores y progresistas.
Las mujeres solo pudieron ser sacerdotisas desde mediados de la década de 1990 y obispas desde 2014, tras intensos debates que dividieron a la institución durante años. La elección de Mullally representa, por tanto, un paso simbólico y estructural hacia una Iglesia más inclusiva, capaz de dialogar con los temas contemporáneos y de reconstruir la confianza de los fieles.
Entre la fe y la política
Aunque el rey Carlos III es formalmente la cabeza de la Iglesia de Inglaterra, el Arzobispo (ahora Arzobispa) de Canterbury es su máxima autoridad espiritual y una figura clave en la vida pública británica. Mullally tendrá un escaño en la Cámara de los Lores, donde participará en debates parlamentarios y temas de política pública, como la libertad religiosa o la cohesión social.
Su nombramiento marca una nueva era para una institución de casi cinco siglos de historia. Con un estilo empático, modernizador y valiente, Sarah Mullally encarna una transformación que trasciende lo religioso: la de una Iglesia que, tras años de silencios y escándalos, busca reconciliarse con su tiempo y volver a hablarle a la sociedad con humildad y esperanza.