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Enrique Alex: “El turismo no es consumir, es comprender el lugar en el que estamos”

En septiembre de 2016, Enrique Alex lo dejó todo para comenzar de nuevo. Su empresa, fundada a los 21 años, acababa de cumplir siete años cuando tomó una decisión que marcaría su vida: hacer las maletas, junto a su novio, y lanzarse a recorrer el mundo. Lo que comenzó como un viaje sin fecha de regreso, se convirtió en una potente plataforma de reflexión y activismo desde la experiencia de viajar.

Hoy, con más de 550 mil suscriptores en YouTube y más de 100 millones de visualizaciones, Enrique no solo narra paisajes o recomienda destinos: propone una forma diferente de mirar el mundo. Una que pone en el centro el turismo responsable, la sostenibilidad y los derechos humanos. “Tradicionalmente se nos ha vendido el viajar como un producto que se consume. Llegas al destino y esperas que te dé, te entretenga, te divierta… pero el turismo consciente es justo lo contrario”, asegura. Se trata, dice, de preguntarse cómo podemos comprender mejor los lugares que visitamos y qué impacto dejamos con nuestra presencia.

En sus 906 días de viaje ininterrumpido —que documentó en más de 150 videos— visitó 30 países y aprendió a distinguir entre lo que una postal esconde y lo que verdaderamente muestra el alma de un lugar. Hoy, desde una base más estable, continúa viajando, pero con un enfoque aún más deliberado: “Viajar con propósito es comprender que la industria turística es capaz de lo mejor y de lo peor”, afirma, convencido de que ya no hay excusas para ignorar las consecuencias del turismo masivo.

Uno de los puntos centrales en su mensaje tiene que ver con la crisis climática. Enrique apuesta por la información y la reflexión crítica. “Muchas personas creen que preocuparse por el medioambiente es dejar de viajar. Pero en realidad se trata de entender el alcance de nuestras acciones”, explica. Como ejemplo, compara el impacto ambiental de los aviones —habitualmente en el centro del debate sobre turismo— con la producción de carne, pescado y lácteos. “Viajamos una o dos veces al año, pero comemos tres veces al día”, recuerda, subrayando que lo que ponemos en el plato puede tener un mayor impacto ambiental que un pasaje aéreo.

Su activismo no se limita al medioambiente. También marca una línea clara en torno a los derechos humanos. “Mi única línea roja al elegir destinos es la persecución de personas LGTBIQ+. No quiero promover el turismo hacia lugares donde se criminaliza a parte de la población”, afirma con claridad. En el caso de las marcas, es igual de crítico: desconfía de los gestos cosméticos y exige compromiso real. “Limpiar una playa no convierte a una empresa en sostenible”, dice, advirtiendo contra el “greenwashing” cada vez más frecuente.

Sobre qué significa viajar de forma más consciente, no duda: desde optar por una alimentación vegetal hasta evitar actividades que impliquen sufrimiento animal o alteración de sus hábitats. “Ver a una jirafa no es un derecho. El derecho es el de esa jirafa a vivir en paz”, enfatiza, señalando la contradicción entre el deseo turístico y el respeto al entorno.

Para Enrique, los creadores de contenido tienen una responsabilidad que va más allá de las métricas. “Lo más importante que tiene un creador es su credibilidad. Yo aspiro a dejar una huella en quienes me ven para que tomen decisiones más conscientes”, comenta. Y aunque no busca adoctrinar, sí invita a su comunidad a ser exigente, a cuestionar, a no consumir contenidos (ni productos) sin pensar.

Cuando se le pregunta por los destinos que más lo han marcado, responde con cautela. Le resulta difícil emitir juicios desde su posición de visitante. Sin embargo, encuentra una conexión profunda con aquellas comunidades originarias que aún no han sucumbido al hiperconsumo. “Tenemos muchísimo que aprender de ellas, y una deuda histórica con pueblos que han sido perseguidos y marginados”.

Finalmente, Enrique cree que la visibilidad de los destinos turísticos puede —y debe— ir acompañada de una mirada respetuosa. Su receta: escuchar, evitar estereotipos, y viajar con los ojos abiertos. “Aunque tenga fuertes convicciones, no me gusta pontificar. Quien quiera escucharme o debatir de forma constructiva, sabe dónde encontrarme”.