Fue la primera filósofa que escribió sobre la igualdad de género. Su texto “Vindicación de los Derechos de la Mujer” (1792) fue fundamental para Virginia Woolf y otras feministas. Además, es la madre de la escritora Mary Shelley.
Si no fuese por Virginia Woolf y Emma Goldman, quienes desempolvaron su trabajo -dos siglos después-, poco se sabría del aporte fundamental de Mary Wollstonecraft al feminismo. Aunque, más que un aporte, lo correcto sería hablar de cimientos, porque ella fue la primera filósofa que escribió acerca de la igualdad de géneros. Su texto “Vindicación de los Derechos de la Mujer” (1792) fue la piedra angular de una sólida crítica a la cultura patriarcal.
Wollstonecraft nació en Londres en 1759. Era hija de un tejedor que derrochó buena parte de una herencia familiar por culpa de su afición a los caballos y al alcohol, y que se desquitaba de su ‘mala suerte’ maltratando a su esposa.
Eso marcó a Mary. Y también la irritó ver la injusticia que vivían sus congéneres en cuanto a educación. A su hermano, por ejemplo, lo enviaron a un buen colegio, mientras que a ella y a sus hermanas las mandaron a un establecimiento donde, con suerte, les enseñaron a leer y a escribir. Una preparación “suficiente” para desempeñarse como institutriz o sirvienta, que eran los oficios a los que podían aspirar en esa época las mujeres. Esa realidad las obligaba -reflexionaba Mary- a permanecer bajo el yugo masculino.
Con el apoyo económico de sus hermanas Eliza y Evelina, y junto a sus amigas Jane Arden y Fanny Blood, Mary formó una pequeña academia de institutrices. Además de las típicas asignaturas “para señoritas”, es decir música, dibujo y costuras, ella también impartía cursos de gramática, aritmética, historia, geografía y lengua francesa.
Todo ese “revolucionario” conocimiento lo había aprendido gracias a Richard Price, sacerdote disidente de la Iglesia anglicana y amigo de Thomas Jefferson y Benjamin Franklin; y el marqués de Condorcet.
Pero el proyecto finalmente fracasó y Mary tuvo que trabajar como institutriz de las hijas de un lord irlandés. Claro que su nuevo empleo le dejaba muchas horas libres y las aprovechaba para escribir. Su talento conquistó al editor londinense Joseph Johnson, quien publicó sus obras: el ensayo “Reflexiones sobre la educación de las niñas” (1787), donde planteaba que era urgente formar culturalmente a las jóvenes; la novela “María, una ficción” (1788); “Historias originales, una colección de relatos” (1788); y “Vindicación de los derechos del hombre” (1790), una respuesta a las conservadoras “Reflexiones sobre la Revolución Francesa” del pensador Edmund Burke.
En 1792 publicó su obra más importante, “Vindicación de los derechos de la mujer” donde escribió: “Educad a las mujeres como a los hombres. Ese es el objetivo que yo propongo. No deseo que tengan poder sobre ellos, sino sobre sí mismas”. Es decir el feminismo en su perfección total. Y luego viajó a Francia, porque pensó que allá sus ideas serían mejor acogidas, pero no fue así.
Tuvo una hija con el diplomático estadounidense Gilbert Imlay, quien negó aquella paternidad. Deprimida, regresó a Inglaterra e intentó suicidarse. Tras su recuperación, conoció a William Godwin y se enamoraron. Se casaron en 1796 y, al año siguiente, dio a luz a una pequeña, pero poco después del parto, murió debido a fiebres puerperales. Esa pequeña sería, años después, la gran best seller de todos los tiempos Mary Shelley.
La lucha feminista de Wollstonecraft, sabemos, recién comenzaba. De hecho Mary Shelley tuvo que publicar “Frankestein” con el seudónimo de un hombre y, sólo años después de la primera edición, salió una versión con su verdadero nombre. ¿Por qué? Porque se creía que la obra no sería bien recibida si los lectores se daban cuenta de que había sido escrito por una mujer.
Qué adelantada era Mary Wollstonecraft. Cuánto le debemos.
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