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MÁS MUJERES AL PODER

Desde que en 1949, la diputada Inés Enríquez Frödden y la senadora María de la Cruz Toledo se convirtieron en las primeras parlamentarias de Chile, la llegada de las mujeres al Congreso ha sido tan lenta como compleja. Recién en 2017, con la entrada en vigencia de la ley de cuotas, esta tendencia comenzó a revertirse. Sin embargo, los últimos estudios revelan que pese a los incentivos económicos de nuestro sistema, los partidos no brindan a las candidatas femeninas el mismo apoyo que le dan a los hombres en los procesos electorales.

El 11 de marzo del 2022, no sólo el palacio de la Moneda tendrá un nuevo ocupante, el Parlamento recibirá al mayor número de mujeres en toda su historia. Un verdadero hito que viene a coronar una década, durante la cual la presencia femenina derribó muros, abrió caminos y vio nacer el liderazgo de muchas en todas las áreas del mundo social.

De acuerdo al estudio Laberinto del poder: trayectoria de las legisladoras chilenas, elaborado por la oficina en Chile del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; desde el año 2006 a la fecha, el aumento de diputadas y senadoras ha significado un cambio en el perfil sociodemográfico del Congreso Nacional.

Con mayor experiencia como dirigentas sociales, vecinales y estudiantiles, ellas han logrado promover, más allá de las legítimas diferencias ideológicas, un número importante de proyectos de ley en torno a temáticas de mujer y género. Sólo entre 2018 y este año fueron presentadas un total de 148 iniciativas. Una hazaña, si consideramos que, en 27 años, desde 1990 hasta 2017, apenas se ingresaron 180 proyectos en esta dirección.

Según la Unión Interparlamentaria, actualmente Chile ocupa el lugar número 84 de representación legislativa femenina en el mundo, en una lista que encabeza Ruanda con el 61 por ciento. Pero, cuando se inicie el próximo periodo legislativo y asuman las nuevas 55 diputadas y 12 senadoras, la Cámara Baja quedará con un 35 por ciento de presencia femenina, en tanto que en el Senado alcanzará el 25 por ciento.

Hoy, no hay espacio para cuestionar los avances de la participación política de las mujeres,

lo que no significa que aún no exista una herencia cultural machista que explica porque el 50 por ciento de la población sigue confiando más en el liderazgo de los hombres.

En este escenario, contribuir a la comprensión y ampliación de los debates tendientes a

disminuir la inequidad social, política y económica es imperativo.

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