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Paloma Ávila: “Hoy diría que la ciencia está de moda. Hay cada vez más interés por entender el mundo”

La periodista Paloma Ávila ha hecho de la divulgación científica una misión tanto personal como profesional. Considerada una de las principales referentes del periodismo científico en Chile, ha dedicado su carrera a conectar a las audiencias con temas fundamentales como el cambio climático, la salud mental, la inteligencia artificial y el bienestar colectivo. En WT, conversó sobre estos y otros desafíos de comunicar la ciencia.

El trabajo de Paloma se expresa en múltiples plataformas: desde 2019 es directora de CNN Futuro, espacio desde el que lidera programas como Futuro 360, Sana Mente y Hélice —una nueva apuesta en colaboración con Media UC para dialogar sobre los desafíos estructurales del país—. Además, ha sido presentadora en el Congreso Futuro y conduce un programa en Tele13 Radio, consolidándose como una voz clave en el ecosistema del pensamiento crítico, la ciencia y la innovación en Chile.

Lo que diferencia a Paloma Ávila no es solo su rigor periodístico, sino su convicción de que el conocimiento es un bien común que debe estar al alcance de todas las personas. En un país donde los discursos científicos muchas veces parecen lejanos o inaccesibles, su labor ha estado enfocada en construir puentes, promover la reflexión colectiva y abrir nuevos espacios para pensar el futuro.

“Cuando empecé, la mayoría de las profesionales eran científicas que divulgaban ciencia. Hoy, en cambio, hay una corriente mucho más amplia y un interés genuino por parte de periodistas más jóvenes que quieren especializarse en este ámbito”.

A continuación, una conversación con Paloma Ávila sobre su trayectoria, su visión del periodismo y la importancia de abordar la ciencia con la responsabilidad ética de informar con rigurosidad y claridad.

Has sido reconocida recientemente con el Premio a la Divulgación Científica y Tecnológica. ¿Qué significa para ti este reconocimiento?

El periodismo científico y medioambiental lo incluyo dentro de lo que llamo el “periodismo del futuro”: ese que nos ayuda a entender el mundo en el que vivimos. Creo que es un tipo de periodismo todavía muy escaso, a pesar de que están ocurriendo cosas relevantes, graves y profundamente transformadoras para la vida de las personas, que muchas veces no se conocen o no se comunican bien. Por eso, este tipo de premios y espacios de reconocimiento me parecen valiosos, porque ayudan a visibilizar esta labor y, ojalá, animen a más personas a dedicarse a este tipo de periodismo, que hoy resulta más necesario que nunca.

¿Cómo crees que ha cambiado la percepción del periodismo científico en Chile, y en particular el rol de las mujeres que se dedican a este campo, desde que comenzaste tu carrera hasta hoy?

Cuando empecé, te diría que la mayoría de las profesionales eran científicas que divulgaban ciencia. Hoy, en cambio, hay una corriente mucho más amplia y un interés genuino por parte de periodistas más jóvenes que quieren especializarse en este ámbito. Hubo una época —en los años setenta, influenciada en Chile por figuras como Nano Olguín, y también en los ochenta— donde el periodismo científico vivió un auge, pero luego vino una caída. Me parece muy interesante que hoy haya más personas —y más mujeres— haciendo este trabajo, porque eso abre camino para que otras también lo hagan en el futuro.

A lo largo de tu trayectoria has liderado espacios como Futuro 360, Sana Mente y Hélice, todos con un fuerte componente de divulgación científica. ¿Cómo ha sido para ti el desafío de liderar múltiples proyectos a la vez, manteniendo la capacidad de innovar y conectar con distintas audiencias?

Ha sido muy bonito, porque cuando entendí que lo que hacíamos no era solo periodismo de futuro —que muchas veces se encasilla como periodismo tecnológico—, fue una liberación. Pudimos abrir la agenda y hacer periodismo sobre el futuro: identificar esos temas críticos para el desarrollo de la sociedad de los que nadie está hablando, pero que sabemos que serán grandes crisis.

La crisis de salud mental es una de ellas, por eso hacemos Sana Mente. La crisis —y también las oportunidades— del desarrollo tecnológico y la inteligencia artificial es otra, y ahí entra Futuro 360, donde también abordamos la crisis climática. Hélice, que es el programa más reciente, busca mostrar modelos concretos de soluciones en este momento tan complejo: crisis climática, inteligencia artificial, biotecnología, ciencia genética… entender el mundo actual exige mirar más allá de un solo ámbito del conocimiento; hay que cruzarlos todos.

Hélice propone justamente eso: la urgencia de trabajar de forma transdisciplinaria y transinstitucional, uniendo a la academia, el Estado y el mundo privado para enfrentar problemas que no se resuelven desde un solo lugar. Y ha sido muy interesante ver cómo vamos respondiendo a hallazgos que surgen desde nuestra propia investigación con los programas. Por ejemplo, Sana Mente se volvió evidente después de la pandemia. Nos dimos cuenta de que la gente estaba sufriendo mucho, y además hubo una especie de «salida del clóset» de la neurociencia. Hoy tenemos datos que antes no teníamos, y que validan muchas intuiciones humanas: que pensar positivo, por ejemplo, realmente impacta el funcionamiento del cerebro. Es muy emocionante cuando la ciencia empieza a explicar cosas que antes estaban en el terreno de la intuición.

¿Cuál crees que es el rol que deben jugar hoy los medios de comunicación frente a la desinformación en temas clave como el cambio climático o la inteligencia artificial?

Yo tengo un polerón que me regaló CNN que dice “the world needs journalists”. Y lo creo profundamente. Hoy más que nunca cumplimos un rol crítico. El volumen de información al que estamos expuestos a través de los algoritmos es tan grande y desordenado, que si los medios no ayudan a separar lo verdadero de lo falso, cada uno va a terminar viviendo en su propia mentira.

Y eso es gravísimo. Por eso, aunque los medios estén en crisis, aunque no haya financiamiento, aunque el periodismo no sea una carrera para hacerse rico, hay que seguir haciéndolo. Porque es uno de los últimos refugios para quienes quieren ejercer su ciudadanía con información real.

“Yo crecí escuchando que la ciencia no le importaba a nadie. Que era un tema lejano. Pero junto a otros periodistas seguimos insistiendo en esta bandera, y hoy te diría que la ciencia está trendy.”

Desde tu experiencia, ¿cómo se puede equilibrar el rigor científico con la necesidad de generar contenido comprensible y atractivo para audiencias masivas?

Yo crecí escuchando que la ciencia no le importaba a nadie. Que era un tema lejano. Pero junto a otros periodistas seguimos insistiendo en esta bandera, y hoy te diría que la ciencia está trendy. Hay cada vez más interés por entender el mundo. Lo veo en cosas concretas: me llaman para hacer más programas, incluso desde canales de televisión abierta. No me he ido porque encuentro que CNN es un muy buen lugar para hacer lo que hago, pero el solo hecho de que me busquen para hacer ciencia en TV abierta es una señal.

También tengo un espacio en Teletrece Radio y los indicadores de audiencia para las columnas de ciencia y futuro son muy buenos. Hoy ya no es tan necesario «inventarse un truco» para atraer a la gente. Yo creo que las personas tienen un interés creciente por estos temas. Pero si me preguntas, sí tengo un secreto: trato de hablar en “muy ordinario”, muy humano, desde la ignorancia. Hay un tipo de periodismo que busca lucirse, mostrar cuánto sabe. Yo trato de no pararme en ese lugar. No importa cuánto sepas tú, lo que importa es que quien te escucha entienda. Si no logras romper esa barrera, no estás cumpliendo tu rol. Uso mucho el humor, un lenguaje cercano y trato de mantenerme siempre humilde, conectada con mi propia ignorancia.

Estás participando en el Consejo del Fondo Naturaleza Chile. ¿Cuál es tu mirada sobre la urgencia de actuar por la biodiversidad en nuestro país?

Me ha pasado algo muy bonito: debido a la cantidad de trabajo que he realizado en el ámbito ambiental, me han invitado a formar parte de dos organizaciones muy importantes. Una es The Nature Conservancy, una gran ONG global dedicada a la conservación de ecosistemas, donde soy consejera desde hace dos años. Allí trabajamos específicamente en cómo nuestra especie —los humanos— puede coexistir con la naturaleza sin degradarla, o mejor aún, ayudando a detener esa degradación y cambiando los modelos de relación entre todas las especies que habitamos la Tierra.

Este año también me invitaron a participar en el Fondo Naturaleza Chile, cuyo objetivo es reunir fondos para la naturaleza. Aunque hemos avanzado en conciencia y en acuerdos sobre el cambio climático, no lo hemos hecho a la velocidad ni en los términos que necesitamos para financiar las soluciones naturales. Para contener la crisis climática se necesita dinero: para cuidar y restaurar ecosistemas degradados, para desarrollar proyectos de coexistencia y para apoyar a emprendedores que generen soluciones con menos impacto ambiental. Pero ese financiamiento no es fácil de conseguir, ni en la COP ni en otras instancias.

Este fondo es muy interesante y pionero a nivel global. Solo unos pocos países cuentan con fondos similares, porque su modelo consiste en invertir una suma de dinero y utilizar los intereses generados para financiar proyectos. Así, el financiamiento no se acaba: muchos fondos naturales entregan recursos por un tiempo limitado —cinco años, por ejemplo— y cuando terminan, los proyectos mueren, la naturaleza también, y todo comienza de nuevo. Necesitamos un modelo de financiamiento sostenible que acompañe un desarrollo sostenible, y este fondo es una gran alternativa. Como consejera, mi rol es darlo a conocer y promover que lleguen más donaciones.

Sobre Sanamente: ¿Por qué consideras importante que temas como el bienestar y el cuidado de la mente tengan un espacio en los medios?

Creo que muchas personas descubrimos cuánto estábamos sufriendo realmente gracias a la pandemia. Durante ese tiempo, nos conectamos con la dimensión de nuestro dolor: había mucho, pero estaba oculto entre las ocupaciones y el ritmo de la vida. Cuando nos detuvimos, ese dolor emergió con fuerza y causó grandes impactos. Hoy sabemos que la crisis de salud mental no solo genera pérdidas de vidas, sino también pérdidas productivas en términos laborales y costos para el sistema de salud para los que ningún Estado estaba preparado.

Además, hasta ahora la conversación sobre salud mental había sido accesoria, casi secundaria. Creo que por primera vez estamos enfrentando un problema que estaba latente pero que nos ha provocado un gran dolor, y que para 2050 se proyecta como una tragedia global. La situación es tan grave que países como Japón ya cuentan con un Ministerio de la Felicidad para prevenir el suicidio, mejorar el bienestar y reconectar a las personas con el valor de la vida.

Las redes sociales han complicado enormemente nuestras relaciones personales y la calidad de los vínculos. Herramientas como Tinder facilitan encuentros, pero perjudican la profundidad y calidad de esos vínculos. Vivimos en una sociedad que está, en términos metafóricos, inflamada: hay una inflamación en sus conexiones sociales, con consecuencias que afectan especialmente a los mayores y a los niños. Hoy no hay nada más importante que esto, y espero que cada vez más personas se hagan estas preguntas. Con Sanamente hemos vivido experiencias sorprendentes.

¿Cómo crees que se puede fomentar una cultura del diálogo desde los medios en tiempos de polarización?

Justo ahora un transeúnte me comentaba sobre el programa Pares e Impares, un espacio nuevo que comenzamos el año pasado motivados por la preocupación y los datos que reflejan la crisis de la democracia y la dificultad para dialogar, especialmente en un contexto de fuerte polarización. Este programa lo hacemos en CNN junto a la corporación 3xi, que está dedicada a generar encuentros entre personas que no se conocen.

Al igual que la salud mental, otro problema crítico para el futuro es cómo reparar la ruptura del tejido social, que está muy dañado en todo el mundo. En Chile tenemos oportunidades porque somos un país pionero y explorador en muchas áreas —desde la minería y la energía hasta la innovación social—, y debemos buscar qué herramientas podemos usar para reparar nuestra sociedad.